Remembranzas breves de la historia de Nuestros Inicios… El nacimiento de Bambú Y Reflexiones sobre los estragos causados por Agatha…

por Marytere

 

Mi descubrimiento de la Naturaleza Virgen en mis años universitarios suscitó un punto de inflexión en mi camino de vida, después de haber crecido como una niña de ciudad. Mi sueño era vivir en el campo y buscar una vida sustentable. El cómo encontrar la pareja de vida que buscara lo mismo que yo parecía imposible viviendo en la Ciudad de México, pero un verdadero milagro del destino manifestó a Naim en mi camino, mi alma gemela perfecta, también Enamorado de la naturaleza y comprometido con buscar una forma de vida simple y en armonía con la Tierra.

Después de un año juntos, empezamos a buscar una Tierra para comenzar juntos con nuestro proyecto soñado de vida. Buscamos en la Sierra Alta, y en la Zona de Cafetales, pero la promesa de vivir junto al Mar nos enfocó en la Costa. Habíamos pasado un par de días recorriendo las playas al Oeste de Puerto Angel en búsqueda de un terreno. En la mañana del día que íbamos a visitar la tierra que nuestro querido Juanito posteriormente bautizó como Yiimtii, yo le pregunté a Naim que no me podía imaginar cómo era posible saber a ciencia cierta que el lugar que encontráramos sería verdaderamente el sitio en donde decidiríamos enraizarnos y pasar toda nuestra vida.  Unas horas después, Don Pidio nos llevó ante la tan característica vista de Yiimtii, y en ese momento no tuve duda de que ya habíamos logrado encontrar nuestro HOGAR soñado.

El llegar a la comunidad de Zapotengo para nosotros fue parte de nuestro sueño hecho realidad… una comunidad todavía muy pura en cuestión de no haber sido malinfluenciada por la modernidad (casi nadie tenía coche) y acogedora con cualquier visitante. La comunidad nos adoptó y nos reconoció como los jóvenes locos y buena onda que querían vivir solitos en el cerro. Estuvimos acampando por cuatro años en un campamento rústico que fue evolucionando con nuestra estancia en Yíímtíí. Los primeros años nos íbamos a trabajar unos 5 meses a Estados Unidos y el resto del tiempo la pasábamos aquí. Naim excavaba el pozo, mientras yo construía y mejoraba nuestro campamento… Dormíamos en una pequeña tienda de campaña, teníamos una sombra de palma de coco con huacales como muebles y un círculo de fuego para cocinar.

Para ir a Pochutla, el mercado más cercano, recorríamos 6 kilometros desde nuestro cerro bajando por un sendero a la Comunidad y luego siguiendo el camino a lo largo del Río Aguacate hasta la carretera, en donde tomábamos un transporte público. A nuestro regreso, con la mochila cargada de víveres, subíamos triunfantes en la misión, hasta nuestro montecito paraíso. Íbamos comiendo las frutas y verduras dependiendo de su tiempo de vida, pues no teníamos refrigerador. Leíamos con nuestras linternas de cabeza y nos bañábamos con a jicarazos sobre un una piedra laja. Al año siguiente nos conseguimos una linterna de gas y evolucionamos a una estufa de leña construida con barro y a tener mesa y sillas. Así, nuestro jacalito año con año se volvió más y más lujoso.

En 2004 construimos nuestro primer cuartito, planeado como un refugio de huracanes e inspirado en la vivienda tradicional maya en forma ovalada.

De 2005 a 2006 continuamos con la obra de todo el proyecto de nuestra casa, incluyendo la construcción de una cisterna de 30000 litros, nuestro depósito de agua preciosa para la época más fuerte de sequía.

En 2006 recibimos en el campamento nuestro primer grupo de retiro. El resultado de esta experiencia fue maravilloso, pues fuimos testigos de cómo Yiimtii sanó, inspiró, empoderó y transformó a los participantes. Esto nos animó mucho para seguir compartiendo este lugar mágico con mucha gente y para definir como nuestra misión la de ser un centro de conexión con la Naturaleza, educación ecológica y sustentabilidad.

En 2007, buscando establecernos más tiempo aquí y no tener que depender de nuestro trabajo en EU para sostenernos, comenzamos a planear la construcción de un espacio que pudiéramos rentar y que tuviera la capacidad de alojar a una familia o 5 personas, con un espacio de usos múltiples que podía adaptarse también como área de estar, comedor y cocineta

Mi parte de Arquitecta ya venía emocionada y con vuelo de seguir ejerciendo el principio de la Auto Construcción, ejerciendo mi talento como maquetista, pero en escala 1 a 1. Desde el comienzo de Yiimtii empecé mi Carrera de Autoeducación en Carpintería, siguiendo el llamado del DNA de mis ancestros carpinteros catalanes Farell. Me motivó mucho la idea de diseñar y construir un espacio amigable a la ecología, ligero y transparente, que se mimetizara con la naturaleza que le rodeara. Concebí Bambú como un palafito, inspirada en las viviendas tradicionales de las islas del Pacífico además de mis sueños de infancia en los que me apasionaba la idea de una Casa en el Árbol. Desde arriba también se alcanzaría la vista más espectacular.

Como colaborador en el equipo de construcción siempre he tenido la fortuna de contar con Don Urbano y el regalo de sus múltiples talentos como constructor y carpintero nato. Compartir días de trabajo a su lado siempre ha sido un privilegio. Las jornadas parecían volar escuchando los relatos de su vida como un niño zapoteco huérfano que fue recogido por el patrón de una finca de caña de azúcar. Estoy profundamente agradecida de la presencia de Don Urbano en mi vida, pues él ha sido para mí como un Padre, a la vez de un gran amigo y maestro que ha compartido conmigo la sabiduría infinita de su corazón enraizado en la cultura indígena y en conexión directa con la Tierra.

La construcción de Bambú tomó dos años, pues fue un reto ajustarnos al presupuesto con el que contábamos. Estaba embarazada de mi hija Ceiba en ese tiempo, y en la hora que nos dábamos de almuerzo, corría yo a casa a prepararme mi antojo diario y constante de huevos con nopales. Después de comer, me quedaba aproximadamente media hora para tomar una siesta en la hamaca durmiendo tan profundo que tenía que poner el despertador para poder levantarme y seguirle con la chamba.

Cuando llegamos a la construcción de la estructura del techo de palma, Don Urbano se lució en sus capacidades de amarre y armado, pues el andamio era en sí mismo una obra de arte. Con mi panza de 8 meses de embarazo me subía yo en esta escalera que parecía conducir al Cielo y desde la punta mientras taladraba la cumbrera, gozaba de la belleza de la paleta de tonalidades desde turquesas hasta azules profundos de la Mar. Posada en mi cumbre, parecía poder volar junto con las águilas pescadoras y halcones que sobrevolaban cantando tan cerca de mí. Don Urbano no se cansaba de repetirme que tuviera yo mucho cuidado allá arriba pues estaba en una situación delicadísima, cargando dentro de mí el regalo de Vida que Dios me había otorgado. Por cierto, un día, comentando que iba a haber un eclipse total de luna me rogó que no saliera a la luz esa noche, pues era sabido que los eclipses de luna hacían que las mujeres perdieran a sus bebés. Muestra misma de esto fue que su esposa, Tía Tere, perdió un bebé a los 8 meses después de un Eclipse total de Luna. Claro que seguí al pie de la letra su consejo, solo por si acaso ; )

El haber construido Bambú, al mismo tiempo que yo me iniciaba como Madre por primera vez, hizo que ese espacio tomara un lugar muy muy especial en mi corazón de Arquitecta. Mis propias manos, interactuaron con cada tabla, cada bambú, cada piedra y cada azulejo, infundiendo en ellos la ilusión de que en conjunto delimitarían ese espacio tan soñado.

 

 

AGATHA

 

El Domingo 29 de mayo llegué cansadísima de hacer tequio en la Comunidad  limpiando de malezas y arbustos el campo de futbol. Había trabajado tan duro que estaba soñando con un baño para luego poder descansar un rato leyendo en la hamaca. Pero al llegar me avisó Naim que acababa de leer que Agatha se había convertido en huracán y que venía exactamente hacia nosotros. De inmediato y hasta altas horas de la noche nos pusimos a trabajar guardando todo y preparándonos en todos los aspectos que se nos ocurrió para un huracán. Se pronosticaba que el huracán tocaría tierra a la 1pm del lunes, pero también se advertía que los vientos podían llegar tan pronto como en la madrugada.

La mañana de lunes comenzó a llover muy fuerte, pero los vientos no habían llegado. Entre las rachas de lluvia intensa, Ceiba y yo aprovechamos un momento más o menos ligero para transportar a todas las gallinas y darles refugio en la bodega junto con todos los perros. No estábamos seguras si el gallinero aguantaría el huracán y tampoco estábamos dispuestas a poner en riesgo a nuestra banda de amigas emplumadas. La tarea más difícil fue poner a las gatas en un lugar seguro, pues ya estaban muy nerviosas y se pusieron como locas. Ellas quedaron a salvo en el cuarto de la lavadora.

Alrededor de las 3 de la tarde se dejó llegar con toda su fuerza el huracán y nos refugiamos en nuestro pequeño cuartito “maya”, el primer refugio que construimos y que es ahora nuestra biblioteca. Naim se quedó afuera casi todo el tiempo, siendo testigo del fenómeno y resguardándose más o menos adentro de la cocina, aunque ahí también acabo mojándose hasta los huesos. Dice que constantemente estuvo checando que todavía estuviera la Cabaña de Bambú, pues desde el punto en donde estaba parado era posible divisar la cumbre de su techo. Hubo un punto aproximadamente después de 3 horas que notó que ya no la veía. No quiso decirme nada, pues todavía tenía esperanza de que la nula visibilidad provocada por la blanca cortina de lluvia le estuviera jugando trucos de percepción. Pero después de una hora de en verdad no verla, entró para decirme que ya no veía Bambú. Yo estaba rezando, y esperé que no fuera cierto, pero cuando salí a checar por mí misma, tampoco la pude ver. La Lluvia estaba brutal, nunca en toda mi vida había yo visto llover así.

A las 10 y media de la noche, por fin se sintió que los vientos habían cesado aunque todavía estaba lloviendo fuerte. Fui a abrirle la puerta a los perros y pensé en ir a checar Bambú, pero todo estaba echo un desastre y no era fácil caminar. Además, tenía que solucionar cómo dormiríamos esa noche. Subí a secar el piso del cuarto abierto en el que dormimos y puse la tienda de campaña para Ceiba y Mishka. Nosotros pusimos unos mats de yoga sobre las bases de las camas y caímos rendidos a dormir solo cubiertos con una cobija. Nos habíamos mojado hasta los huesos y estábamos helados. Aun así, de tan agotada que estaba y a pesar de estar tan incomoda, dormí como piedra. Abrí los ojos justo a la primera luz del alba. Todo se veía hecho un verdadero y literal desastre. Había ramas tiradas por todos lados, muchas de ellas espinosas. Ví todos los árboles tumbados y noté que en particular, uno enorme que era muy especial para mí se había caído. Me arrodillé y lloré de tristeza. Entre nuestra casa y la cabaña de Bambú, era difícil abrirse paso, había al menos 9 árboles tirados bloqueando el sendero entre ellos una flor de mayo gigante y hermosa y el tabachín que había yo sembrado hace 15 años. Otro golpe deprimente. Al subir la lomita hacia la cabaña de Bambú, noté que en efecto desde donde solía divisarse su techo ya no se veía. Cuando llegué a la cima de la Loma la pude ver, el huracán la había llevado y estaba totalmente tirada y aplastada. Una sensación de vacío y tristeza me invadieron, pero ya no me salieron las lágrimas. Me sentía como en esas pesadillas que quieres gritar y no te sale la voz. Luego invadió mi mente la preocupación de cómo le íbamos a hacer para reconstruir nuestra cabaña más importante, si apenas este año nos veníamos recuperando de los números rojos que nos causó la pandemia de Covid19. Apenas hay lo suficiente para seguir pagando sueldos y mantenimiento. Me sentí totalmente angustiada.

Cuando regresé, Naim lo vio en mi cara. Dice que le dije: “La perdimos”. Los niños se acababan de despertar y apenas escucharon la noticia cuando los perros ladraron y me di cuenta de que venían llegando varios vecinos de Zapotengo para checar que estuviéramos bien. ¡Qué detalle tan cordial, el preocuparse por nosotros! Nos contaron las noticias. Nuestro Río Aguacate había bajado con tal fuerza y con tanta agua que se había llevado el puente y había inundado muchas casas dejando a muchos sin nada. Zoila, la hija de Juanito, había estado a punto de ahogarse (Juanito ya habiendo perdido en este año dos hijos, uno por un accidente de motocicleta y otro por COVID).

El Río se había llevado chivos, guajolotes y gallinas. También arrastró con todas las plataneras, las palmeras y sembradíos. Pero lo más importante y consolador es que no había ninguna persona muerta. Había que darle gracias a Dios de que estábamos todos vivos y a salvo.

Alguien había escuchado que se decía que después de tocar tierra el huracán se había convertido en una tormenta tropical, todos concordamos en que eso sonaba totalmente erróneo.

Cuando estaba yo al término del embarazo de mi hijo Mishka, en junio de 2012, nos había llegado el huracán Carlotta, de categoría dos. Con Carlotta sufrimos solo daños estructurales leves. El mayor inconveniente es que se habían caído muchas ramas y árboles que nos bloquearon por completo el camino. Recuerdo que Naim trabajó con la motosierra jornadas de 18 horas por 5 días seguidos para lograr abrir de nuevo el paso. Estábamos preocupados de que se me adelantara el trabajo de parto por el estrés del huracán y por sentirme atrapada de no poder emprender nuestro camino al Valle de Oaxaca, en donde teníamos planeado que naciera nuestro bebé. En esa ocasión, Gracias a Dios, todo salió bien. Pero comparando Agatha a Carlotta todavía nos es imposible concebir que Agatha fue categoría 2. Según como lo vivimos, todos concordamos en que pareció y se sintió como de categoría 3 o 4.

En cuanto se fueron los vecinos, Naim bajó al huerto. Estuve esperando su regreso porque tenía el pendiente que nuestro guardián del pozo, el Guanacaste gigante, se hubiera caído. Naim se tardó muchísimo en regresar y me empecé a preocupar por él. Cuando finalmente regresó, me dijo que el arroyo había bajado como nunca antes y que parecía como si el huracán se hubiera atorado en la cañada formando un remolino porque había tramos en que todos los árboles del monte se habían caído. Lo más traumante es que habíamos perdido cantidad de árboles frutales. El Guanacaste había perdido una cuarta parte, pero estaba de pie. Un pequeño alivio.“Marytere, no te recomiendo bajar a ver, está peor de lo que te puedes imaginar”, declaró Naim. Mi pobre esposo, que sufrió una infancia de guerra, repitió a manera de consuelo que al menos esto era mejor que la guerra. Y tiene razón, claro que lo es. Pero es demasiada la desilusión de ver que en un día se destruyera en gran parte el trabajo de casi dos décadas, después de haber puesto tanto corazón y tanto trabajo crear el bosque de alimentos. Por mi parte, estoy tan descorazonada que hasta el día de hoy, no me he atrevido a bajar a verlo con mis propios ojos. Todavía tengo que armarme de valor.

Los primeros 3 días después del huracán los pasamos como en un sueño, distraídos al tener que enfrentar el trabajo titánico de limpiar todo el lodo en la casa y remover los escombros de los alrededores. No hubo señal para conectarnos y nos preocupaba no poder comunicarnos con nuestros seres queridos para decirles que estábamos bien. Por las noches, después de dormir un par de horas me despertaba la angustia, y a veces ya no podía volver a conciliar el sueño. El jueves me sentí tan deprimida que a ratos me tenía que esconder para que los niños y Naim no me vieran llorando. El viernes en la tarde, bajamos a la Comunidad porque nos avisaron que estaban prendiendo un generador para poderse conectar al Wifi Satelital. Pude recibir entonces todos los mensajes que habían inundado mi Whatsapp y mi Messenger en esos días. Familia, amigos y huéspedes de Yiimtii preguntando cómo estábamos y ofreciendo su ayuda. Estos mensajes calentaron nuestros corazones, nos dieron Esperanza y nos animaron de tal forma que se sintió como si nos lanzaran un salvavidas al estarnos ahogando. Las oraciones, la luz recibida y tanta buena vibra nos rescató del trauma.

Hay muchos Milagros que se hacen sentir y se manifiestan como regalos en tiempos de crisis. La Fuerza y la Amistad nos unió a todos los de Zapotengo, levantó nuestras almas y nos empujó a trabajar como un todo, cuidándonos los unos a los otros y enalteciendo el significado de COMUNIDAD. Toda esta experiencia me hace sentir afortunada, orgullosa y bendecida de ser parte de esta Gran Familia Zapotengueña.

Hoy al atardecer, 9 días después del huracán, finalmente bajé a la playa con los niños, gracias al trabajo de Naim que restauró el sendero. Desde abajo, contemplando el reverdecer del bosque, me di cuenta de que faltaba una silueta en el paisaje del acantilado. Un vacío invadió mi corazón… siempre recordaré y extrañaré a mi hija arquitectónica, mi Bella Cabaña de Bambú.

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